lunes, 14 de julio de 2014

Al final, siempre gana Alemania

Por Jon Fernández (@Mur_98)

Cuatro años y dos días después, la Tierra volvía a detenerse para ver la final de la Copa del Mundo de fútbol. Desde que Iniesta hizo campeona a la selección española en el Soccer City de Johannesburgo, todos comenzaron a soñar con estar en Maracaná. La anfitriona se perdió por el camino, al igual que la triunfadora de la última edición. Los inventores del fútbol y los que siempre se quedan a las puertas, también. Lo mismo hicieron los que últimamente han cambiado su estilo y las más agradables sorpresas. Cayeron africanos y asiáticos. Y quedaron Alemania y Argentina. Un europeo y un americano. Era la tercera ocasión en la que se enfrentaban en una final de un Mundial, y en esos choques polémicos, cada país se llevó una estrella. Alemania llegaba a este 2014 con la intención de sumar la cuarta e igualar a Italia. Argentina quería la tercera, y empatar, precisamente, con los muchachos de un Joachim Löw que se ha visto en la cima. Porque el fútbol, como dijo Gary Lineker, es un deporte muy simple en el que 22 personas corren detrás de un balón durante noventa minutos, y, al final, siempre gana Alemania.

En estado de shock por el Mineirazo, Río de Janeiro recibía la segunda final de su historia. Todos sabemos quién ganó la primera, y los locales querían evitar a toda costa que sus eternos rivales, los argentinos, no alzaran la Copa del Mundo en tierra brasileña. Pero eso no dependía de ellos, sino de Alemania. Tras llegar como mínimo a semifinales en los últimos cuatro grandes torneos, solo les faltaba el título. Löw ha ido introduciendo variantes al juego germano, tanto en forma de un estilo más asociativo como de jugadores, ya que varios de los titulares en el día de ayer están juntos en la selección desde las categorías inferiores, donde vapulearon a sus rivales en el Campeonato de Europa Sub-21 de 2009.

Así tuvo que salir del campo Kramer
Alemania llegaba a esta final con confianza tras haberle metido siete a Brasil, lo que les convertía en favoritos pese a haber empatado dos encuentros al término de los noventa minutos, los mismos que Argentina. Los chicos de Sabella habían ganado todos sus partidos por la mínima, en la prórroga o en los penaltis. Pese a lo que se podía prever en un principio, la defensa funcionaba a la perfección, y los fallos venían en la creación y en la zona de ataque. Con Romero y Mascherano de héroes en semis consiguieron llegar a Maracaná, probablemente, sin merecerlo, y con la baja de Di María, a quien sustituyó Enzo Pérez para formar un centro del campo más sólido junto a Biglia y a Mascherano, mientras Lavezzi le buscaba las cosquillas a Höwedes, Messi andaba por el centro con libertad, e Higuaín esperaba su oportunidad en la punta del ataque albiceleste. Completaban el once Romero, Zabaleta, Garay, Demichelis y Marcos Rojo. En el otro bando Khedira se lesionó en el calentamiento, lo que provocó la inesperada entrada de Kramer en el once titular junto al resto del equipo de gala de Joachim Löw: Neuer, Lahm, Hummels, Boateng, Höwedes, Schwensteiger, Kroos, Özil, Müller y Miroslav Klose.

Era obvio que los germanos iban a tener el esférico y que los argentinos esperarían, y así sucedió. Sin embargo, la posesión alemana no era tan precisa debido al magnífico trabajo de las dos líneas defensivas de los de Sabella, que tapaban todos los huecos. El encuentro tenía bastante ritmo, pero no llegaban las ocasiones claras. Kramer estaba llegando bien al área rival, pero tras un terrible encontronazo con el hombro de Garay quedó mareado y tuvo que ser sustituido al de un rato. Mientras el futbolista del Gladbach vagaba medio desorientado por el campo, Higuaín tuvo una oportunidad clarísima tras un mal despeje de Kroos que intentó ceder de testa hacia atrás. El Pipita se quedó solo delante de Neuer. Demasiado solo. La empaló mal y con prisas y el cuero se marchó fuera. Esa jugada le acompañara de por vida.

Messi y Lavezzi, valiéndose de su velocidad, también llevaron mucho peligro, ya que demostraron que Hummels y Boateng, al igual que Höwedes, no son especialmente rápidos. Sin embargo, el futbolista del Bayern fue capaz de cubrir muy bien ese defecto y destacó como el mejor zaguero teutón del día de ayer. Dos arrancadas de La Pulga aceleraron el corazón de los de Löw, pero finalmente no llegó ningún gol legal en la primera parte. Higuaín marcó, pero en claro fuera de juego, por lo que su tanto no subió al marcador. Alemania tenía la posesión, pero Müller estaba un tanto desaparecido, y Schürrle, que entró por el lesionado Kramer, no aportó mucho en esta primera parte. Aun así, en el descuento, valiéndose de su poderío aéreo, Höwedes remató un saque de esquina al poste.

La segunda mitad comenzó de forma inesperada. Sabella quitó a Lavezzi pese a que estaba jugando bien, y entró por él Agüero. Con esto, el técnico argentino eliminó las bandas y dispuso un 4-3-1-2 donde Messi hacía de enganche. El propio jugador del Barcelona se plantó solo ante Neuer pero su disparo se marchó demasiado cruzado. Estos fueron los peores momentos para un Löw que temió ver, otra vez, a su equipo perdiendo una final. Sin embargo, la intensidad de la albiceleste descendió de golpe, y los alemanes tomaron el control, con un Ózil más encedido de lo habitual. Messi desapareció para siempre, y Argentina lo pagó. Entró Rodrigo Palacio por Higuaín, y este dispuso de su ocasión, pero tampoco acertó. El ritmo bajó aún más, y Alemania controló el choque hasta que terminó. Nos tocaba disfrutar de treinta minutos más.

Lahm levantó la Copa del Mundo
En el tiempo extra Argentina pagó el esfuerzo físico realizado tanto en este partido como desde los octavos de final. El campo se fue inclinando poco a poco hacia el arco de Romero a pesar de que no abundaban las ocasiones. Mascherano y Agüero pudieron ser expulsados, pero Rizzoli les perdonó la que hubiese sido su segunda cartulina amarilla. Schürrle lo intentó pero el arquero argentino estuvo acertado. Lahm subía, y Götze, que estaba fresco, combinaba con facilidad con sus compañeros.

Cuando en España ya se recordaba el minuto 116, exactamente cuatro antes, Schürrle centró, el inconmensurable Garay no llegó a despejar, Götze controló con el pecho, y sin dejarla caer, batió a Romero de tiro cruzado. Alemania explotó de felicidad. Todos -menos Joachim Löw- fueron a abrazar a Mario. Merkel saltó de alegría en el palco.

Y aproximadamente diez minutos después, sin pasar excesivos problemas en este último tramo del choque, Alemania se proclamó campeona del mundo. La cuarta estrella para una selección que se coloca a una de Brasil y empata en la segunda posición con Italia. Lahm alzó la Copa al cielo de Río de Janeiro y todo el país se fue de fiesta. La algarabía se apoderó de las calles de Berlín, Dortmund, Múnich, Frankfurt y demás; y Löw recogió su merecida medalla, como arquitecto de esta gran selección que amenaza con dominar el panorama futbolístico internacional durante los próximos años. Y es que Lineker tenía razón. Al final, siempre gana Alemania.

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