Decía el otro día que era muy complicado que Francia remontase. Me refería a la Francia que jugó el partido de ida en Kiev. Una selección sin ganas de nada. Con los jugadores a un ritmo bajísimo, sin intensidad. Pero cuando se les tocó el orgullo, demostraron lo buenos que son. Individualmente ya lo sabíamos, pero nunca habían funcionado en grupo como ayer. Francia salió a matar. Se lo jugó todo desde el principio. En el minuto 5, Ucrania podía llevar ya dos o tres goles encajados. Era un asedio. Los ucranianos no sabían ni por donde les pegaba el aire. Y llegó el tanto de Sakho. Y Francia continuó jugando de la misma manera. Ayer Benzema peleó, Ribéry desbordó, pero sobre todo, Valbuena centró (muy bien, por cierto), y los demás, especialmente Sakho, remataron. Cada balón parado era un suplicio para Ucrania.
Minutos más tarde, le anularon un gol legal a Karim Benzema. Pero poco después, el galo anotó en claro fuera de juego el dos a cero. La ley de la compensación, dirán algunos. Otros hablan de robo a Ucrania, y de las influencias del señor Platini en las altas esferas del fútbol mundial.
Sakho y Benzema celebrando el tercer gol |
Lo celebraron como si fuera una final. Simplemente, se habían clasificado para un mundial. Quizá se pasaron con la celebración. Aún así, habían hecho historia. Ninguna selcción había remontado un 2-0 en una repesca. Las calles de París se llenaron. Los franceses, y también los argelinos, celebraban las respectivas clasificaciones de sus respectivas selecciones.
Años atrás, clasificarse era un mero trámite para los bleus, nadie lo celebraba. Pero la época de Henry y Zidane terminó hace ya tiempo. No optan al mundial, pero si juegan como ayer, pueden hacer daño a cualquier selección. En cambio, si juegan como el pasado viernes, el peor equipo que nos encontremos allí les puede hacer daño. Habrá que esperar para ver qué versión de Francia vemos en junio en Brasil. Pero de momento, hasta allí han llegado.
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